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Mónica Rivero |
El creador sopla y
la criatura despierta.
Extasiado con su
obra,
reconoce en ella
—o no— ademanes de padre, de madre, de
hijo,
hay un poco de él
también —o más que poco—,
y aunque no se
atreve a hablar de arte
sueña que su
prodigio alcance la inmortalidad,
sueña en músicas,
en leyendas, en estatuas.
Extasiado con su
obra,
ya está ansioso
por competir
en torneos y
batallas
con otros
creadores y otras criaturas:
ya verán quién la
tiene más grande.
Al séptimo día,
el hombre
descansa.
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